Acabo de regresar de unas vacaciones cortas de Pascua, una escapada de seis días, cinco noches, a las riberas del lago Constanza. El lago Constanza es un gran lago de origen glaciar al norte de los Alpes, en la cuenca del río Rin, y a cuyas riberas se asoman tres países: Alemania, el que más kilómetros de ribera tiene, Suiza y, en un rinconcito del lago, Austria. Por los tres hemos pasado en estos días.
Es mi tercera visita a la región, tras la primavera de 2017 y el verano de 2018. Hace unos años trabé contacto con un suizo de Kreuzlingen, una de las ciudades helvéticas ribereñas, contigua a la alemana ciudad de Constanza, de quien recibe el nombre el lago en castellano y la mayor parte de las lenguas romances y el inglés. En alemán, y en muchos idiomas germánicos, el nombre es Bodensee, o algún derivado. En las tres visitas me he alojado en Constanza, porque es conveniente, bien comunicada y muy agradable. En la actualidad, con el hotel pagas una tasa turística que te da derecho a un bono de transporte público gratuito en el sector occidental de la región multinacional del lago, lo cual es muy conveniente, mientras dura tu estancia.
Fotográficamente hablando, para sólo cinco días aprovechables, más o menos, es el típico viaje en el que hubiera ido ligero, probablemente con la Olympus OM-D E-M5 Mark III con algunas ópticas fijas. Y por supuesto alguna cámara con película fotográfica tradicional. Pero ando falto de familiaridad con la Panasonic Lumix G9 Mark II. Recordaremos que esta cámara la adquirí hace pocos meses con intención de iniciar un nuevo ciclo de unos cuantos años para mis viajes principales, y para que sea aprovechable en mis incursiones en fotografía de naturaleza, más allá del paisaje, que con cualquier cámara vale. De verdad. En mayo nos vamos a Japón, y quería tener familiaridad con la cámara para entonces.
También hay que tener en cuenta que en el entorno del lago hay varias áreas de interés natural, para la vegetación y la fauna, con distintos niveles de protección. Por ello, por si se terciaba fotografiar algo de fauna silvestre, especialmente aves, añadí al equipo el Olympus M.Zuiko 75-300 mm f4.8-6.7. Una óptica modesta, pero decente, y con cierto alcance. Esos 300 mm tienen un ángulo de visión similar a un 600 mm en el formato 24x36 mm. Por lo demás, llevé tres ópticas fijas, el Venus Laowa 7.5 mm f2, el Panasonic Lumix G 14 mm f2.5 ASPH y el Panasonic Lumix G 25 mm f1.7 ASPH. Y uno objetivo de focal variable con el que estoy encantado desde hace tiempo, el Panasonic Lumix G Vario 35-100 mm f2.8 Power OIS II.
Me tendría que haber llevado el Panasonic Leica DG Summilux 15 mm f1.7 ASPH en lugar del 14 mm. Este último lo tenía reservado para la E-M5 Mark III. Pero no lo encontré. Temo que el Summilux se haya extraviado en algún momento. Son tan pequeños estos objetivos… El 14 mm va bien, pero el 15 mm va mejor. Y es más luminoso. En cualquier caso, el pequeño panqueque de Panasonic ha cumplido con su misión.
La cámara va bien. Te familiarizas pronto, porque su ergonomía es buena. Es una cámara que se lleva mucho mejor con los objetivos zoom, porque el balance en la mano es mejor que con una cámara tan compacta como la E-M5 Mark III. Los pequeños objetivos fijos resultan un poco ridículos en comparación con el tamaño del cuerpo, pero funcionan bien.
Poco a poco me he ido haciendo con las opciones útiles que hay que tener presentes y he ido adquiriendo la agilidad necesaria en su manejo. Sin problemas con las focales habituales en los viajes, todavía me cuesta conectar el chip para usar los largos teleobjetivos con fauna. Necesito más rodaje. Pero de este hablaré en otra ocasión. Probablemente le dedicaré un artículo a la fotografía de naturaleza del viaje. Un poco más adelante. Por ello no hay fotografías de aves en esta entrada. En unos días.